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Chile Libre y Soberano (Segunda Parte)

La Democracia como un vicio…

Nuestra cultura se ha nutrido de variadas fuentes, pero es sin duda la matriz Occidental la base primordial con la cual contamos al minuto de explicar los elementos que la constituyen. Es de esta forma, que sin menospreciar el aporte de culturas como las amerindias, entre otras tantas incluso más distantes geográficamente, nuestra lengua y cuerpo de creencias nacen de las civilizaciones greca y romana. Nuestra estructura legal institucional es resultado directo de formas de gobierno clásicas, evolucionadas durante siglos y que tras variados intervalos de aplicación en la historia, llegan a nuestro continente como parte de la Conquista, Colonia y en el conjunto de Repúblicas incipientes. Es por lo anterior que podemos reconocernos culturalmente, como la última frontera de la Civilización Occidental.

Sin embargo, como pueblo, aún no hemos logrado superar ciertos aspectos propios de nuestra convivencia, a pesar de las estructuras normativas heredadas que ya enunciamos. Rasgos de carácter que son parte del mestizaje construido y representado por nuestro pueblo, los cuales muestran cierto grado de inmadurez, una condición un tanto temperamental que se ve reflejada directamente en la forma como ejecutamos los mandatos institucionales y por sobre todo, en la aparente necesidad de adoptar modelos foráneos y la forma de aplicarlos a nuestra realidad. Esto último como si fueran formulas originales y propias, buscando el reconocimiento y aceptación de sus verdaderos autores. Estos modelos, pese a tener su origen en nuestra ya mencionada cultura occidental, no logran ser utilizados de acuerdo a la adaptación requerida por nuestra gente.

Estas latitudes son complejas, por sus tierras y por sus habitantes, pues el carácter surgido entre el océano y la montaña, confrontados por desiertos cálidos y fríos desde el norte arenoso al sur de hielos polares, construyen un carácter y personalidad, que se acostumbró a la austeridad, pero que abruptamente se ha visto abrumado por una abundancia material, que fruto del crecimiento económico, nos ha confundido en cuanto a reconocer nuestras reales necesidades y el proyecto de país necesario para alcanzar el Desarrollo. Una tierra maravillosamente fértil como la nuestra, requería mucha más voluntad y trabajo que la que habría podido sostener un hombre común. Es por esto que cuando cantamos “Chile, fértil Provincia y señalada. En la región antártica famosa, De remotas naciones respetada, Por fuerte, principal y poderosa: La gente que produce, es tan granada, Tan soberbia, gallarda y belicosa, Que no ha sido por Rey jamás regida, ni al extranjero dominio sometida”, verso reconocido de nuestro poema épico, “La Araucana”, lo que hacemos es describir ese yunque donde germina a fuego la raza chilena descrita por el Dr Palacios, crisol de esfuerzos, triunfos y decepciones o como señaló nuestro poeta y mago teurgico contemporáneo, Don Miguel Serrano, el lugar donde “comienza el fin de la tierra”, pues quien más que un chileno puede saber lo que significa la importancia de la lucha, más allá de la victoria o la derrota?

Una tierra donde tragedia e ilustración se unen al mito para construir identidad, con un Estado que desde su origen no crea, pero si forja nuestra Nación.

Este Chile con más Revoluciones, catástrofes naturales, guerras civiles, guerras contra enemigos externos y golpes de Estado, que años de República (Rolando Mellafe), es la cuna de todo un nuevo proyecto propio y no la visión de una propuesta ajena a nuestra existencia como Nación, como algunos han pretendido hacernos creer. Siendo así, es absolutamente necesario cuestionar y preguntarnos respecto del modelo más adecuado para organizarnos, regirnos y proyectarnos. Se trata de un deber y no de un simple capricho intelectual.

La Democracia surge como primera alternativa, particularmente entre aquellos que conscientes de nuestra herencia occidental, pretenden que construyamos desde la idealización del modelo democrático y liberal, una república coherente y estable.

¿Dónde comienza el error?

Primeramente, en la absurda comparación que nuestros grupos dirigentes realizan desde el punto de vista económico liberal, con potencias del orbe occidental como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, comparación que nos imponía metas absolutamente distintas a las que por conformación de sangre y territorio debíamos alcanzar, es decir, metas distantes de nuestras necesidades. Mismo error cometido por pueblos como el argentino e incluso el peruano, con la diferencia de que el nuestro se lo creyó y lo sigue creyendo hasta nuestros días…

El segundo error fundamental está representado por el interés que tanto la izquierda marxista como la derecha capitalista manifestaron por hacer desaparecer nuestras particularidades como pueblo y con ello intentando deconstruir nuestra “Identidad como Nación”, que aunque en formación, tal cual árbol de primeros brotes, aun sin mostrar un tronco solido, es capaz de mostrarse como una nueva forma de vida, a la espera de crecer y dar frutos. Así mismo han sido nuestras características de pueblo, mismas cualidades que desde la hegemonía concentrada del Poder, intentan ocultar y cambiar. Ahora bien ¿Porqué motivo los cultores de la hegemonía imperante habrían hecho esto? Simplemente por que sus intereses y conciencias se han vuelto internacionalistas y para lograr obtener reconocimiento y aceptación de sus pares exteriores, necesitan entregarnos para el sacrificio globalista. Sacrificio que nos consume y nos vuelve corderos resignados frente a un Nuevo Orden Mundial que busca paso a paso controlar el Orbe.

El tercer error es confundir “medios” con fines”. Tal cual como lo han hecho respecto del Capital (económico), la Democracia ha sido asumida como un fin en si misma, olvidando que se trata de una herramienta. Herramienta con múltiples intereses, según quien la ostenta y aun mayor cantidad de modalidades de aplicación para los pueblos que la reciben y ejecutan. La Democracia no constituye un absoluto inamovible, muy por el contrario se trata de un modelo que desde Grecia hasta la fecha presenta múltiples transformaciones. No olvidemos que la Democracia griega contemplaba la existencia de esclavos, una aberración para nuestros días y como bien grafica la obra de Alexis de Tocqueville, “La Democracia en América”, es un modelo de organización que solo puede ser explicado desde las particularidades y no como si de un modelo objetivo y universal se tratara, por cuanto el mismo ejemplo a seguir de los Estadounidenses, también respecto de la esclavitud, carecía de los elementos propios que la idealización francesa había construido. Los estadounidenses sostenían la esclavitud como un derecho económico, concepción que se terminó recién en 1865, terminada tras la Guerra de Secesión. Misma que comparativamente, de “vientre” había sido abolida por Chile con el Congreso de 1811, o Primer Congreso Nacional chileno y que para 1823 quedaría absolutamente prohibida. Ambas naciones aspiraban a la Libertad, la Igualdad y la fraternidad entre los hombres, pero realidades históricas y económicas diferentes, imponían criterios distintos para un nuevo orden democrático. Manuel De Salas sería su artífice en Chile y su propuesta educacional como complemento, la primera frente a muchos otros ensayos nacionales más precarios, en la Hispanoamérica revolucionaria, puesto que presentaba una propuesta nacional, tendiente a integrar las diversas expresiones de nuestra tierra. Dicho esfuerzo fue fruto de una necesidad objetiva y no de un mandato democrático pre- establecido, lo cual nos refiere a un modelo basado en la necesidad práctica y no en la idealización de derechos (aunque por costumbre de época, así le llamaran sus cultores).

El francés Tocqueville se dio cuenta de como la ley no se sostenía frente a la aplicación de la realidad, pues pese a que los estadounidenses aún escribían sus leyes sobre todos los hombres “como si en efecto fueran nacidos libres”, por el simple hecho de haber nacido en territorio americano (estadounidense), la cotidianidad convivía con la esclavitud como si de algo bueno y verdadero se tratara. No es la ley entonces, la que determina una condición democrática. Será el hacer cotidiano el que condicione positivamente la solución a las necesidades de la Comunidad del Pueblo. ¿Pero nuestros grupos dirigentes habrán tomado cuenta de ello? Claramente no es así, el mejor ejemplo es como frente a cada conflicto (como el de la Macro zona Sur en la actualidad) apelan a un supuesto Estado de Derecho que ellos mismos violaron con el acuerdo del 15 de Noviembre, tras el mal llamado “estallido social el año 2019”.

Si no existe Estado de Derecho, pero aún se imponen reglas sin reparo en su ineficacia, solo nos resta la Desobediencia Civil, dado que el actual estado demo-liberal no establece adecuadamente nuestras responsabilidades sociales, pero mucho menos los elementos que requerimos para satisfacer nuestras reales necesidades como individuos (tiende a confundirlas con deseos), por tanto es propio de nuestra sociedad defenderse de aquellas fuerzas que conscientes de la falta de un Estado de Derecho en cuanto a propósito y acción, buscan destruir los pocos elementos que de él quedan (actual ordenamiento jurídico precario).

Un Cuarto error consistiría en sobre estimar la capacidad de una población dada, respecto de lo que de ella se requiere para el cumplimiento de los deberes y derechos establecidos “democráticamente”. El ejercicio y la practica democrática, exigen una población que trabaje como ciudadanos y no que funcione como clientes (derecha), ni como masas marginales (izquierda). Para lo anterior la formación política no consiste en la simple concientización electoral, sino que en la preparación y preocupación en cuanto responsabilidad por “la cosa pública”. El Demo-liberal, por el contrario, no requiere dicha distinción para los individuos, pues parte por confundir “el Mercado y sus condiciones”, con “la sociedad y sus atributos”. Dicha incapacidad de diferenciar entre lo uno y lo otro, trae como resultado la construcción de un clientelismo a todo nivel, en desmedro de la ciudadanía como tal, donde la Libertad lejos de ser considerada un atributo natural (valor originario), queda directamente asociada y determinada a su capacidad de consumo. La Libertad adquiere un precio, que si lo asociamos a un ámbito institucional se resume en la frase: “La justicia es solo para aquellos que pueden pagar por ella”. Este nuevo “cliente de la democracia”, tiende a ser un sujeto lleno de expectativas, pero carente de herramientas frente a su estado o condición de necesidad.

Finalmente, atendemos a la afirmación de que frente a las actuales condiciones de desorden público e inseguridad, se requeriría de un Estado de Derecho que no esté cooptado por la Izquierda. Pero sorpresa, dicha condición, no existe ya que las políticas de Derecha, en este modelo demo-liberal, se encargaron de debilitar al Estado como principal Institución, culpando a “la herramienta” y no a sus ineficientes administradores.

Es por tanto una resultante objetiva, la absoluta incompatibilidad de la Democracia, como la conocemos actualmente, respecto de una propuesta Nacionalista de Estado Nacional-Orgánico.

El máximo de regulaciones posibles y no el mínimo de regulaciones necesarias. Solo el Estado Nacional Orgánico puede y debe tener la potestad de reconocer con mayor grado de objetividad el punto de equilibrio entre Libertad y Justicia Social, partiendo de la base simple, que la Justicia Social es fuente y garantía de Paz Social, y solo esta última es garantía para el ejercicio de la Libertad individual, dado que la Libertad en sí, entendida como una Necesidad natural y no como un simple Derecho social, solo puede ser ejercida sana y eficazmente, sin mayores carencias y en forma oportuna, en un ámbito colectivo resguardado por la Responsabilidad social de la que todos los individuos, como ciudadanos, somos parte. Un individuo por si solo, no es capaz de satisfacer sus propios requerimientos, necesitará para tales efectos, del concurso de su comunidad, volviendo con ello a unos y otros responsables del conjunto. Todo esto se vuelve imposible con la aplicación de la actual Democracia Demo-liberal.

Pueblo por si mismo valioso, el nuestro, pero demasiado joven, aún inmerso en la adolescencia de su Desarrollo histórico.

Aún se sobre estima el crecimiento económico rápido, depredador e incluso desmesurado, como si ello fuera reflejo de madurez para una sociedad. Pese a esto, el mismo desenvolvimiento social nos evidencia que carecemos de los elementos necesarios para terminar de superar en breve, lo que podemos llamar “la prehistoria de nuestra historia”. Estamos recién viviendo la etapa donde podríamos aprender a ser capaces de confrontar nuestras reales características como pueblo y de definir los patrones que describen nuestra identidad. Pero de continuar, bajo las actuales condiciones de sistema, pretenderlo no pasaría de ser una quimera, pues este modelo nos quiere consumidores, inmaduros, socialmente infantiles.

Finalmente y como preámbulo de un siguiente ensayo, nos interesa presentar un concepto de Estado que por definición se contrapondría a la actual perspectiva liberal que define, ya por la izquierda, ya por la derecha, a la principal de las instituciones, el Estado Nacional Orgánico.

Solo un Estado fuerte puede posibilitar sistemas de Gobiernos consolidados. Solo sistemas Gobiernos consolidados, pueden estimular y promover pueblos coherentemente organizados. Un Estado Nacional Orgánico es el resultado natural de un Pueblo que gracias a su desarrollo e integración comunitaria, construye identidad y la proyecta, es decir una Comunidad del Pueblo que es capaz de reconocerse a sí misma como una Nación. Nación cuya Unidad de Destino Común es resultado de un proyecto colectivo, en cuanto viabilidad para el cumplimiento de las metas necesarias y auto impuestas a largo plazo. El principio orgánico de un Estado Nacional, es el reconocimiento objetivo de una sociedad vital, que mediante elementos subjetivos, pero esenciales, es capaz de trazar un camino adaptativo, que la mantiene viva y tradicional, pero no estancada, como muchos podrían asociar. No hay error más destacado que pretender que la recuperación del pasado se vuelve impedimento para construir futuro. No hay frutos sin raíces y de nada sirven raíces que no permiten dar frutos. ¿Es la Democracia liberal el modelo que permitirá a nuestras raíces dar los frutos que requiere nuestra Nación?

Mauricio Olivares Tobar

Editor de contenidos en Boca del Lobo Ediciones

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