La corrupción de un individuo puede ser reflejo de su propia debilidad, pero cuando se vuelve colectiva hablamos de una perversión mayor, pues la corrupción para sostenerse, se entronca habitualmente desde la perspectiva del poder. El actual modelo capitalista demo-liberal, en su afán por imponer una nueva valoración del individuo respecto de la sociedad, ha sostenido que la riqueza monetaria es el único parámetro que valida la autorrealización. No nos debe extrañar que una sociedad donde se abandonan los valores altruistas que le son propios, los intereses egoístas terminen por imponerse. El principal reflejo de esto que les señalo lo constituye el enriquecimiento desmedido, a costa (y no en conjunto) del trabajo de unos por sobre otros en esta sociedad común, muchas veces legalizado por la intervención de políticos inescrupulosos y faltos de ética social, aunque la mayoría de las veces sea incurriendo abiertamente en ilícitos. El segundo inconveniente que bosqueja las consecuencias inmediatas del modelo actual, lo constituye la aparición de organizaciones que solo llaman al desorden callejero, bajo la excusa de que destruyendo propiedad pública y privada (siempre de pequeños propietarios) lograrán fortalecer los movimientos sociales que buscan mayor equidad. Completa falacia como la que décadas atrás instauró un gobierno marxista en Chile y que demostró ser tan corrupto como los participantes de este modelo capitalista. La razón que explica esto es la más simple, ambos regímenes se han estructurado históricamente desde la trinchera del materialismo, el cual por definición es opuesto al idealismo que se pueda concebir, el que exige la “vocación de servicio publico”, la cual muchos dicen mantener, pero que sin empacho recuerdan solamente al minuto de solicitar apoyo electoral. La izquierda y la derecha difieren en el color, pero no en la sustancia que las constituye. Ambición de poder que les permita acceder a mayor riqueza, perdida de autoridad compensada con licitaciones y acuerdos parlamentarios que les avalen “ganar” montos cada vez mayores inescrupulosamente. Mientras, la ciudadanía solo sabe dar palos de ciego lanzando mordidas en todas direcciones..

Nos enorgullecemos de no ser un pueblo bananero, sino el mayor ejemplo de orden y compromiso institucional en esta América Románica, donde la tradición (proscrita por mandato del imperialismo cultural) se mantiene en el alma de la Comunidad del Pueblo. No debemos permitir que la semilla de la inseguridad y la desunión que arteramente fecundan los enemigos de nuestra Nación, nos lleve a traicionar quienes somos. No debemos aceptar que el enemigo de la Patria, nos arrastre a traicionar nuestra herencia y principios constituyentes de identidad, misma tradición que nos ha impulsado a levantarnos ante el llamado contra el invasor o tirano extranjero así como frente a las catástrofes naturales que han forjado nuestro pulso. Aprendiendo a enfrentar las crisis como un solo pueblo, tenemos que extirpar a los malos elementos, pero no destruir toda nuestra construcción institucional. Frente a la duda, chileno sigue adelante, hermosa Nación vencedora jamás vencida, pues más utilidad conserva el error del cual nos levantamos juntos, que de un acierto que solo salve a unos pocos. Nunca olviden que Chile debe ser y actuar como unidad.
Mauricio Olivares Tobar
Editor de Contenidos Boca del Lobo Ediciones Boca del Lobo

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